domingo, 20 de junio de 2010

LECTURA RECOMENDADA: ANTOLOGÍA, de AURORA GÁMEZ ENRÍQUEZ

Aurora Gámez Enríquez, poeta y escritora de Málaga, es socia fundadora de la Asociación de Mujeres por la Literatura y las Artes (ALAS), y presidenta de la misma desde sus inicios hasta la actualidad.

Nació en Coin, pueblo que abandonaría a edades tempranas por circunstancias familiares para vivir en otras ciudades, lo que provocó en ella una añoranza por su tierra natal que se refleja en parte de su obra. Es licenciada en Ciencias Biológicas por la Universidad de Barcelona, y en la actualidad trabaja como educadora de atención social del Instituto Andaluz de la Mujer.

La actividad literaria de Aurora Gámez no se ha centrado exclusivamente en la escritura sino que, además de ésta, ha promovido certámenes literarios, ha estado al cuidado de ediciones de poesía, relatos y novelas en las asociaciones de las que ha formado parte, y ha participado en numerosos recitales poéticos, así como en diversas exposiciones de imágenes y palabras a través de sus poemas, en conmemoración del Día Internacional contra la Violencia Machista y del Día Internacional de la Mujer, siendo la última de ellas la exposición denominada “Librepensadoras: Pictura ut Poesis”, promovida por la propia asociación ALAS en marzo de este año con motivo del Día Internacional de la Mujer. Estas exposiciones forman parte de todo un conjunto de actividades en las que Aurora está involucrada de forma permanente e incansable, como mujer comprometida con la igualdad de géneros y con la lucha contra la violencia machista. Desde esta misma perspectiva ha escrito artículos y ha participado en mesas redondas que la avalan como fiel defensora de sus ideales. Igualmente, ha colaborado con la Cadena Ser de Málaga en los programas Contra-Tertulia y La Firma.

En cuanto a su obra literaria, ha publicado El nogal y el cielo, en la Colección de Poesía Wallada (año 2001), Del azahar era el valle, poemario que se publicó en el año 2003 y que ha sido traducido al inglés en San Francisco en el 2006; Monólogos desde mi balcón, en el libro colectivo Paradojas poco ortodoxas (año 2006); Improvisado espejo, en la Colección de Poesía Wallada (año 2007); Haikus, de nuevo en el colectivo Paradojas poco ortodoxas (año 2007); igualmente es coautora del libro colectivo de poesía Los márgenes del viento (Ediciones Rubeo, año 2010) y, por último, es autora de la Antología poética correspondiente al número 1 de la Colección de Poesía ALAS (año 2009) cuyas inspiradas ilustraciones se las debemos a Javier Gámez Gámez, hijo de la autora.


EL LIBRO: ANTOLOGÍA, (POESÍA DE AURORA GÁMEZ ENRÍQUEZ, COLECCIÓN DE POESÍA ALAS)

Formada por poemas de diez obras que constituyen poemarios o cuadernillos de Aurora Gámez, lo primero que llama la atención es la disposición de los mismos en el libro, obviando el hábito que normalmente encontramos en la mayoría de las antologías de seguir un orden cronológico. La autora, así, ha querido utilizar, a mi juicio, una regla incuestionable que debe regir en cada creación literaria, como es la libertad formal, probablemente, en este caso, buscando la efectividad del texto al engarzar cada pieza en el todo pero, al mismo tiempo, intercalando diferentes modos en cuanto a las formas y los contenidos.

Empezaremos por el primero de los poemarios que aparecen en el libro: Cinco continentes y un género. El tema principal es la mujer, contemplada ésta desde dos vertientes. Por un lado, la mujer vista en su evolución individual de la vida desde el nacimiento hasta la muerte; por otro, la mujer con peculiaridades propias de las distintas zonas del mundo que en el libro se sintetizan en cinco continentes. Son dimensiones diferentes las que se proyectan. El trayecto vital como perspectiva común a todas las mujeres que es parte integrada en el conjunto de la Humanidad, y la consideración de las particularidades que rigen la vida de las mismas en cada lugar del mundo. Ambas dimensiones se unifican para expresar un concepto de mujer universal y peculiar al mismo tiempo, con sus dones -“ébano, miel, nieve/seducen por igual al universo”, son los dos primeros versos con los que abre el libro- y con sus sometimientos -“tiempo que nace para el no ser/dolor, silencio, pobreza extrema”, dirá en el mismo poemario-.

Cinco continentes y un género descansa en una permanente antítesis. Se contraponen las ideas del nacimiento y de la muerte, de los goces y de los sufrimientos, de las luces y de las sombras, de la libertad y del sometimiento, del norte y del sur, de la posesión y de la pobreza, etc. Este continuo contraste es escenario en el que se evidencia con desgarro las servidumbres, la violencia y las desigualdades de las que son objeto millones de mujeres del Planeta. Pero, al mismo tiempo, la autora abre su mirada y se aferra a la esperanza y al horizonte futuro a través de versos como los siguientes: “lo que engendró perdura/crece entre sus iguales/en los queridos seres/senderos donde sus pies hollasen”.

La temática de género es recurrente en Aurora Gámez, como también lo es el amor y el desamor. Así, en Paréntesis, la segunda parte del libro, dirá: “en cada encuentro se despide/viviendo un para siempre que se engarza en su ojal”. Y, como siempre, fruto de su personalidad luchadora, vuelve de nuevo a la esperanza y a la vida, tras la sanación imprescindible de la ruptura que deja paso al amor renovado, expresado en la quinta parte del libro bajo el título Palabra de honor.

El amor por la vida, eje imprescindible del discurso que se desarrolla en esta obra, emerge sin esfuerzo a lo largo de la misma, pero especialmente en Improvisado espejo y en Monólogos desde mi balcón, poemarios en los que cobra especial relevancia lo sensitivo y el goce ante los elementos de la naturaleza como la presencia cercana del mar, las palomas o las flores a las que nombra con nombre propio como si fueran personas que le acompañaran en su vida cotidiana. Y, si bien, en ocasiones dedica una leve mirada a la nostalgia de un pasado reciente, inmediatamente retoma su discurso de exaltación de la belleza y de refugio en la esperanza.

Pero, si los poemarios anteriores brotan fundamentalmente de las emociones, los versos de Haikus blancos y de Seguidillas castellanas, cuarta y sexta parte respectivamente del libro, lo hacen desde la reflexión. Sorprende comprobar cómo desde la brevedad de las estrofas aquí plasmadas y desde la transparencia de sus versos se hilvanan pensamientos profundos que en alguna estrofa traen a la memoria los Proverbios y Cantares de Antonio Machado.

Por otra parte, el componente autobiográfico es otro pilar sustentador de la obra de Aurora Gámez, aflorando con mayor vigor en algunos de sus poemarios. Se percibe especialmente en El nogal y el cielo donde subyace un deseo de atrapar para sí los momentos de la niñez en la que transitaban “sin frontera/los recuerdos felices” en un contexto familiar recordado con añoranza. En esta línea, la tercera parte del libro titulada María y Sebastián son dos poemas escritos a dos sobrinos que viven lejos de ella en EEUU.

Por último, en el poemario Del azahar era el valle la autora desvela su nostalgia por su tierra natal en donde se ubican con autenticidad sus raíces, describiendo mediante el verso popular -como el romance-, que se emplea conscientemente de forma acorde con el contenido, lugares, rincones y personas pertenecientes todos ellos a su historia vivida e interior. Descripciones que se desgranan una a una desde lo sensitivo, desde la exaltación de la belleza exterior como vehículo de expresión de sus propias emociones, traducidas en gozo ante realidades vividas que la autora recupera del pasado para incorporarlas a su mundo presente. Una vez más, la presencia de las flores, que nombra mediante su denominación científica, lo que permite un contraste singular con la versificación popular empleada aquí, incide en la importancia de lo sensorial. Destaca, sobre todo, la flor del azahar, que se repite en diferentes versos de este poemario formando parte, incluso, de su título, como flor donde concentra con gran carga simbólica todas las emociones suscitadas por la recuperación de sus raíces a través de la palabra y de la imagen.

La variedad formal es otra característica de esta obra antológica. Desde el poema breve o extenso, desde el verso medido o libre, desde el haikus o el romance, se refunden la musicalidad de la palabra con su propia transparencia para indagar en las emociones y en lo sensorial, a veces también en la reflexión, mediante epítetos, metáforas, prosopopeyas o simbolismos que, en su conjunto, nacen de lo positivo, de la esperanza, de un optimismo vital -al que yo calificaría además de necesario-, y que Aurora Gámez Enríquez, tanto en su vida como en su obra, sabe transmitir.
(Escrito por Fuensanta Martín Quero)

jueves, 13 de mayo de 2010

¿QUÉ ES LA AMISTAD? (breve reflexión)

Pregunta esta no exenta de infinitos caminos. Para unos/as la amistad es una colección. Así, a secas. Un reunir en la ambigua agenda de la mente un amplio número de gente variopinta, dispersa y diversa, a la que se la etiqueta de amigos/as por el mero hecho de haber compartido escenarios y tiempos. Para otros/as, además de la coincidencia espacial y temporal, se requieren unos mínimos de afinidades en el capítulo de los entretenimientos. Y así, una variedad de matices conforman las opiniones de cada cual en torno a este sustantivo abstracto que, de tan abstracto, se pierde muchas veces por la estratosfera y resulta completamente inasible. Decir que, tal vez, los/las más ilusos/as (¿idealistas? ¿utópicos/as?), aún abrigamos la idea de la amistad como algo que no se queda sólo en las superficies, y la entendemos como un compartir dentro de unos márgenes de sinceridad en los que la comunicación -a los niveles que sea, más supérfluos o más profundos, según el caso y el momento- sea fluida porque se sienta en la base del saber escuchar. (¿Sabemos escuchar las personas a los demás, amigos/as o no?) Así pues, sinceridad y comunicación real son ingredientes imprescindibles para sostener eso que llamamos amistad. Al menos para las/os que pensamos que las palabras no sólo son vocablos o etiquetas que se las pueda usar a gusto de cada cual con ligereza sino que arrastran emociones y pensamientos, la amistad va más allá de un simple título vacío de contenido. Algo habitual en los tiempos que corren es desnudar a las palabras y usarlas como envoltorios preciosos que nada ofrecen.
(Escrito por Fuensanta Martín Quero)

sábado, 24 de abril de 2010

UN MUNDO COMPLICADO



A veces me pregunto por qué el ser humano se obceca en hacerlo todo, o casi todo, complicado y difícil.

En los miles de inframundos que pueblan el globo terráqueo la vida es un lujo. La supervivencia es el objetivo principal, el eje de cuantas acciones, buenas o malas, llevan a cabo las personas. La comida, el agua, la ropa, el cobijo, son sus metas inmediatas y no tan inmediatas. Sus metas para siempre. Y en mitad de esa perenne -¿infranqueable?- salvajada contra seres a los que se les ha robado a priori el derecho de vivir dignamente, surgen y proliferan líderes y grupúsculos en torno de ellos, acaparadores compulsivos de toda materia objeto de su antojo. Personas muy ricas y otras muchas cuyas miras diarias van dirigidas al penoso mantenimiento de su existencia.

Los inmensos inframundos de los países subdesarrollados, y aquéllos otros ubicados en pleno corazón del progreso. Lugares mugrientos donde revolotean mujeres y hombres por detrás de una gran línea divisoria que los aleja de un rumbo definido y cierto, que los estigmatizan como la marca a fuego que identifica al ganado. Gente fuera del comercio, de las buenas apariencias, de los horarios de las comidas, de la bendita rutina -y no tan bendita-, de la certeza de un cobijo estable, del saber indispensable, de las leyes y de la moral. Gente fuera del tiempo. Debajo de cartones o de puentes, en los bancos de cualquier parque, en las esquinas sentados como perros enfermos, en habitaciones hacinadas donde la humedad y la sordidez desmoronan paredes y techos. Pero también, esa enorme masa de gente que, sin estar en el subsuelo desértico de la exclusión, rayan a diario el límite, la frontera que separa la nada de lo mínimo, y que perviven dentro de un débil equilibrio que en cualquier momento puede romperse, en eso que se ha venido en llamar “el umbral de la pobreza”. Ni qué decir tiene las escalofriantes historias de los inmigrantes que desafían las leyes de los océanos en busca de cumplir sus esperanzas en lugares lejanos de los que los vio nacer, para después topar con el desencanto y la desesperación; de los mineros de las oscuras grutas bolivianas; de los millones de niñas y niños explotados en fábricas, minería o agricultura en países en vía de desarrollo; o de las mujeres violadas y de los hombres destrozados a tiros en guerras fratricidas de África. Historias que pueblan la corteza terrestre como interminables púas punzantes y baldías.

En este mundo tan variopinto, de diversidad social tan amplia, también hay sitio para los que, no viviendo en la miseria, depositan gran parte de su tiempo -es decir, de su vida- al servicio de una producción y de unos inconmensurables beneficios ajenos, estatales o privados. La vorágine capitalista impulsada por el Estado comunista de China paradigma una revolución industrial peculiar, al modo de la experimentada en Europa en otras épocas históricas, en la que millones de trabajadoras y trabajadores se ven inmersos en una gigantesca maquinaria que los usa, a cambio de salarios baratos y sin derechos sindicales, en interminables jornadas laborales, despojándolos de su tiempo y de su vida. Pero, aún más cerca, en las sociedades occidentales de nuestro entorno, los desequilibrios siguen produciéndose. Ante un aparente orden en el que la circulación de los recursos parece garantizar el bienestar de las ciudadanas y ciudadanos, una muchedumbre amorfa e inmensamente diversa intenta abrirse paso hacia el oxígeno de la vida. Estrictos horarios, la mayor parte de las veces interminables entre un ir y venir hacia puestos de trabajo que requieren superar a diario la asfixiante odisea del tráfico o de un transporte público saturado; ruidos de motores, de agitación, entre el pálido silencio de rostros ausentes; infinitos quehaceres laborales, larguísimas colas donde la gente espera la ejecución de miles de gestiones absurdas para casi todo, trámites, agendas colmadas de citas, quehaceres domésticos realizados después de largas jornadas de trabajo, convencionalismos sociales que rellenan los escasos huecos de tiempo libre, requisitos miles desde tempranas edades para superar fases de estudios en medio de un enfermizo afán competitivo , obstáculos miles para encontrar un puesto de trabajo en condiciones dignas, trabas miles para muchas personas para llegar a fin de mes… Vida absurda que se convierte en un sumatorio de actos muchas veces absurdos, en la que no se percibe el sol, el aire, el tiempo sin premuras, las sensaciones más elementales y puras de la existencia. Hacer de todo menos vivir. Alejados del contacto con la naturaleza, se reciben los alimentos envueltos en plásticos altamente contaminantes para un mundo abocado al suicidio si nada se hace ya por él, la visión más inmediata es el ladrillo y el asfalto de las vías, la realización personal para muchas personas es el consumo inagotable de productos manufacturados que invaden los cada vez más escasos metros de las viviendas de las ciudadanas y ciudadanos medios. No se muere de inanición, pero tampoco se vive.

Mundo bipolar, donde hay pobres y ricos, donde unos pocos sobreviven ante terribles terremotos en lujosas casas incólumes desde atalayas en las que se observa, como un paisaje lejano e impersonal, el aterrador caos de la muerte y el sufrimiento colectivos bajo las toneladas de escombros; donde la avaricia y la corrupción acaparan muchos bienes y destruyen o subyugan muchas vidas; donde se habla de grandes verdades para contar grandes mentiras; donde nacer es un golpe de suerte o un golpe de mala suerte según dónde y cuándo porque hay cercos, alambradas invisibles -y otras que no lo son- que separan el privilegio de la miseria, el transcurso natural de la vida de la asfixia de las carencias, la lógica de la existencia de la irracionalidad de los sistemas.

A veces me pregunto si algún día cambiará el rumbo de los acontecimientos, si los gobiernos serán capaces de entender que las naciones se componen de personas y no de una masa heterogénea como una enorme nebulosa sin rostro y sin emociones, que la ingente cantidad de leyes y Reales Decretos que promulgan tienen que simplificar la vida y dignificar al ser humano, que las macroeconomías tienen que estar al servicio de los individuos y no a la inversa; me pregunto si los políticos en su conjunto, y si los líderes ideológicos y morales, llegarán a asumir que la elocuencia no está reñida con la verdad y no puede ser vehículo fácil del engaño; me pregunto si los subrepticios grupos de presión dejarán de acosar en los resquicios del poder, si la obsesión por las riquezas dejará de ser una premisa para dejar paso, en cambio, a la distribución equitativa de los recursos del Planeta, si los valores transmitidos en los hogares, en los medios de comunicación y en los grupos sociales, alguna vez asentarán sus cimientos -en términos reales- en el respeto hacia los demás, en la tolerancia, en la igualdad, en la empatía, en la equidad, en la conservación de los recursos y espacios naturales, en la justicia. A veces me pregunto acerca de lo intrincado de este mundo y del porqué el ser humano se obceca en hacerlo todo, o casi todo, complicado y difícil.
(Escrito por Fuensanta Martín Quero)

domingo, 14 de marzo de 2010

Lectura recomendada: "CONTRA EL VIENTO", de ÁNGELES CASO.

A través de la historia de una mujer caboverdiana, Ángeles Caso aborda dos temas fundamentales cuya trascendencia social se evidencia cada día en nuestra sociedad occidental mediante las denuncias de voces comprometidas como la de ella, que son la inmigración y el maltrato o violencia de género. Es una historia lineal contada por otra mujer cuya infancia, marcada profundamente por la tiranía de un padre déspota y por la permanente tristeza de una madre sometida y deprimida, es descrita en el primer capítulo de la novela y viene a justificar en buena medida el carácter pusilánime de este personaje, convertido por la autora en narradora omnisciente. Por algo el editor introduce el libro con algunos monólogos significativos que definen claramente esa personalidad retraída. En contraposición a esta forma de ser, se narra la vida de una mujer que lucha desde el principio contra cada uno de los difíciles obstáculos de su propio destino.

A través del hilo conductor de la historia de Sao, la protagonista, se perfilan historias de otras mujeres relacionadas con su vida, ofreciendo de esta forma la descripción de un contexto desolador donde la pobreza, las profundas desigualdades sociales y el sometimiento a los hombres de los que dependen, muchas veces vejatorio, marcan y constriñen la vida de las mujeres, que luchan desesperadamente por la supervivencia, en las zonas más retrasadas de Cabo Verde. Descripción que se va desgranando de forma natural, carente de una visión lastimera y sentimentalista, mediante el acercamiento a una realidad que se hace a través de elementos culturales -creencias en la comunicación real con los muertos, conjuros, el transcurso lento del tiempo en el hacer cotidiano, las comidas típicas, etc.- y paisajísticos, que configuran una forma de vida vigente en esa parte concreta del mundo. Pero, al mismo tiempo, Ángeles Caso utiliza sutilmente los pensamientos de la narradora para ahondar en el fondo de las emociones que subyacen en las experiencias vitales de sus personajes, fundamentalmente de la protagonista, dejando entrever claramente al lector/a planteamientos y reflexiones suscitados por el dolor y la injusticia. A lo largo de los sucesivos capítulos se produce un recorrido lineal, desde su nacimiento hasta su feliz y, a la vez, dolorosa experiencia como madre, de la historia de esta mujer que lucha constantemente contra su destino, tanto en el país de origen como en el Continente -Portugal, España- a donde llega en busca -como todo inmigrante- de un futuro esperanzador. Es aquí donde se aborda de lleno el problema del maltrato hacia la mujer mediante una narración que describe paso a paso cada una de sus fases, como queriendo desenmascararlo y hacer visible sus distintas caras.

Con un estilo directo y la utilización frecuente de frases cortas, Ángeles Caso centra de forma aguda aquello que quiere transmitir, sin ambages, dirigiéndose al centro mismo de la diana, pero sin omitir recursos que refuerzan los mensajes. La abundancia del símil está presente en toda la novela, dotándola de colorido, de imágenes, de sensaciones y, en muchas ocasiones, de rasgos poéticos; pero siempre circunscribiéndose al ámbito de la narración, sin extralimitaciones gratuitas. Es de destacar la extraordinaria fluidez con la que emplea este recurso, sin crear imágenes forzadas como encontramos con cierta frecuencia en textos de otros autores/as, y lo hace con el propósito claro de enfatizar y de dar precisión a la narración, a la vez que de belleza literaria.

Pero esta utilización del símil la abandona la autora de manera deliberada en dos ocasiones para dar paso a la metáfora pura como vehículo directo para expresar una determinada interpretación sobre el miedo. La primera de ellas, lo hace cuando menciona "la cueva donde se aloja el miedo”, que describe como "ámbito terrible y rojizo". La cueva es ese espacio interior y profundo del ser humano donde se sienten emociones ligadas al sufrimiento y a la herida moral. La segunda de las metáforas, a mi juicio bellísima, aparece justo al final de la novela, dotándola de simbolismos no exentos de intención. Se utiliza el tópico poético de la luna como contrapunto de la metáfora anterior de la cueva, para expresar el triunfo de la luz frente a la oscuridad, de la bondad frente al terror y, en definitiva, el triunfo del ser humano que se eleva “por encima de los tejados” y resurge, frente al sufrimiento provocado por los avatares de la vida y por la crueldad ajena.

“Contra el viento” es, por tanto, una historia de una mujer que paradigma un doble problema social, el de la inmigración y el de la violencia machista, pero, al mismo tiempo, es una historia donde se pone de manifiesto la lucha por la supervivencia que obtiene como resultado la superación del miedo profundo y la consecuente victoria del ser humano frente a la adversidad.

                                                            (Escrito por Fuensanta Martín Quero)